Impacto de la unidireccionalidad en la representación social

Se considera por tanto que esta unidireccionalidad a que se hacía referencia en la anterior entrada en la conceptualización de la VP:

a) Contribuye a generar una representación social de la VP como exclusiva del sexo masculino dificultando así la detección de las dinámicas violentas perpetradas de las mujeres/adolescentes hacia los hombres/adolescentes.

b) Se construye desde un modelo heterocentrado no representativo de las parejas homosexuales y por tanto inaplicable a las mismas. Para relacionar los aspectos a y b, se hará referencia Teoría de la Representación Social de Moscovici (1986) y la Performatividad de Butler (1998) generando así una hipótesis teórica que constituye una de las premisas de este trabajo.

Según expresa Moscovici (1986) citado en Lacolla (2005), las representaciones sociales (RS) nos permiten otorgar significado a los hechos. Estos conjuntos de valores y prácticas, organizados en un corpus de conocimiento se generan en la intersección entre la esfera psicológica y la social para ayudarnos a interpretar –y con ello construir- la realidad.

Para Moscovici (1986) citado por Lacolla (2005) las RS tienen carácter simbólico y contribuyen no sólo a la generación de una visión, sino también a la construcción efectiva de la realidad a través de dos mecanismos: objetivación y anclaje. El primer mecanismo selecciona experiencias cotidianas para reinterpretar conceptos abstractos definidos científicamente, a través de la construcción selectiva. Los nuevos elementos informativos seleccionados se organizan en un proceso de esquematización estructurante para pasar a naturalizarse, esto es: para pasar a formar parte de lo que existe, adquiriendo estatus ontológico y olvidando el proceso de construcción artificial que los ha constituido. El segundo mecanismo consiste en un enraizamiento social de la representación social y su objeto. Butler (1998) expone que el género no es una identidad estable, recogiendo esta misma idea de construcción al aplicar la teoría de la performatividad de John L. Austin y John Searle al género. Para la autora (1998, p.297):

El género […] debe ser entendido como la manera mundana en que los gestos corporales, los movimientos y las normas de todo tipo constituyen la ilusión de un yo generizado permanente. […] la apariencia de sustancia es una identidad construida, un resultado performativo llevado a cabo que la audiencia mundana, incluyendo los propios actores, ha venido a creer y a actuar como creencia.

Desde la noción de performatividad, Butler muestra cómo se cosifica y naturaliza el concepto de género para legitimar la viabilidad de reconstruirlo de otro modo.

Si para Moscovici (1986) citado en Lacolla (2005): “aprendemos principalmente lo que somos capaces de representar”, entonces la conceptualización unidireccional de la VP enseña a los adolescentes que la violencia se ejerce –naturalmente – de hombres hacia mujeres construyendo una RS performativa de la VP decantada hacia el género.

La premisa teórico-conceptual que se postula en este trabajo defiende que: si para Butler (1998) los actos de habla son performativos en la construcción del género, los actos de habla legislativos que versan sobre la violencia de género son performativos en la construcción de la RS de la VP (que queda unidireccionalmente orientada hacia el género) y ello contribuye a la perpetuación de la paradoja del poder de Kaufman (1991).

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