DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES: Enfoque integral

Enfoque Integral

El Manual de Intervención con maltratadores de Lila, García y Lorenzo (2010) es una exhaustiva y diversa propuesta elaborada desde un enfoque centrado en el cambio de conducta de los/¿las? maltratadores y dirigido hacia los mismos.

Inchaurrondo (2013) y el Institut de la Dona (2013) se sitúan en una perspectiva de género que identifica a los adolescentes masculinos como potenciales maltratadores y a las adolescentes como víctimas. Reconociendo la excelente y necesaria labor que promueven los proyectos mencionados, se postula aquí que estos tres enfoques (en ausencia de otros complementarios, como el que este proyecto propone) contribuyen a calcificar el proceso de categorización social y el error final de atribución que conlleva.

Este proceso de categorización social advierte de la tendencia de las personas a categorizar a los demás como pertenecientes al propio grupo endogrupo, o a otros grupos, exogrupos. Este dividir la esfera social en dos categorías contrapuestas – “nosotros” frente a “ellos” – se acompaña además, de un favoritismo endogrupal: se tiende a percibir de manera más positiva al endogrupo y más negativa al exogrupo.

Este sesgo determina también las atribuciones que se hacen para las causas del comportamiento: en el caso del endogrupo, las conductas deseadas se atribuyen a causas internas. Por el contrario, cualquier comportamiento deseable del exogrupo quedará atribuido a algún factor externo (Baron y Byrne, 2005).

Se postula aquí, que este sesgo de autobeneficio contribuye a perpetuar la actual RS de la VP que se considera incompleta, ya que:

a) Diseñar programas orientados hacia perpetradores de VP o abusados, supone una polarización en categorías “víctima/agresor” que fomenta el proceso de categorización social ya mencionado y contribuye a afianzar la RS de los actuales roles de género (el adolescente se percibe como más fuerte y se conceptualiza a sí mismo como agresor, frente a la adolescente que se ve representada a sí misma como débil y en el rol de víctima).

b) Ello contribuye a perpetuar la paradoja del poder de Kaufman: al adolescente se le pre-conceptualiza desde los programas sólo como potencial agresor dificultando que sepa identificar posibles signos de VP ejercidos sobre sí mismo, y dificultando que la adolescente sepa identificar los posibles signos de VP que ella ejerce sobre su pareja.

c) La perspectiva de género, a través del diseño de programas de prevención, acaba siendo performativa de la asimetría relacional, en tanto que favorece el proceso de categorización social: se polarizan víctimas (chicas) contra agresores (chicos).

Por ello, este proyecto trata la VP como un fenómeno psicosocial integral, y no diferencialmente en función de quién perpetre o sufra la VP. Se propone romper con lailusoria pertenencia a una única categoría estática (víctima o agresor)cuestionada desde los recientes estudios que muestran la duplicidad de roles víctima/agresor en una misma persona y la dificultad de delimitarlos (Wolfe et al 2003; citado en Fernández-Fuertes et al, 2001).

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